“Somos lo que
comemos” es mucho más que una frase famosa. La actitud, los pensamientos
y sentimientos afectan directamente a la condición física y ésta afecta a los
anteriores. Todos nuestros fluidos están influidos por nuestras emociones, y a
su vez influyen poderosamente en ellas. Nuestras emociones afectan a nuestro
psiquismo y a nuestra actitud ante la vida. Puede resultar imposible o muy
difícil intentar cambiar el «mal carácter» de alguien, pero relativamente fácil
indicarle lo que debe o no debe comer para eliminar el exceso de toxinas en el
hígado. Es la forma más rápida, práctica y efectiva de cambiar las cosas,
significa empezar por la raíz.
- El mal genio, el enfado, la agresividad son «enfermedades del hígado». Cuando el hígado está «energéticamente sano» se asocia con la calma, la paciencia y la tolerancia.
- La histeria, excitación, hipersensibilidad, nerviosismo, hablar sin parar o emplear la ironía con demasiada frecuencia apuntan al corazón e intestino delgado. En situaciones de equilibrio de esos órganos brota la tranquilidad, la calma y una expresión divertida, con «chispa».
- La ansiedad, la duda, el escepticismo y los celos, son desequilibrios del bazo, el estómago y el páncreas. En condiciones saludables estos órganos favorecen la simpatía, la sabiduría, la inteligencia y el entendimiento.
- Exceso de autoridad y dominio sobre los demás, dificultad para comunicarse adecuadamente y compartir los espacios con los demás, pensamientos repetitivos e ideas obsesivas, apegos y fijaciones son desequilibrios del pulmón y el intestino grueso. En armonía estos órganos fomentan la flexibilidad necesaria para el proceso de transformación en el ser humano
- El miedo, la falta de autoestima, la timidez, la desesperanza se relacionan con desequilibrios de riñón o disfunciones en la vejiga. Cuando estos órganos están bien aparece el valor, la inspiración y la confianza.
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