Los calambres se pueden llegar a prevenir, pero ello implica poner en práctica una serie de consejos:
- Lleva una alimentación en lo que predominen las vitaminas y los minerales. Alimentos como las frutas, las verduras y los cereales, entre otros, no deben faltar en tu mesa. En este listado también debes incluir a los críticos por su alto contenido en potasio. Así un buen zumo de naranja natural es una opción más que aconsejable.
- Dieta sin grasas, especialmente las de origen animal, ya que éstas no favorecen el buen funcionamiento de tu sistema de circulación sanguínea.
- Los frutos secos y legumbres son otro grupo de alimentos ricos en minerales y fáciles de introducir en la dieta. ¿A quién no le apetecen unas nueces después de entrenar o unas buenas lentejas en un día de invierno?
- Intensidad del ejercicio progresiva. El objetivo debe centrarse en ir adaptando tu cuerpo a las rutinas de entrenamiento, e incrementar el nivel de exigencia poco a poco, y sin obsesionarse.
- Revisa y mejora tu técnica de carrera. Es posible que tu forma de correr no sea la correcta, provocando que los músculos se resientan cada vez que entrenas. Y por supuesto, no te olvides de disponer del calzado adecuado a tus necesidades como corredor.
- Hidrátate correctamente al terminar la sesión de entrenamiento. Debes tratar de recuperar los electrolitos perdidos durante el ejercicio. Las bebidas isotónicas pueden ayudarte a ello.
¿Cómo responder ante un calambre?
Lo primero de todo poner punto y final al entrenamiento. El calambre es un indicio de que el músculo afectado está sobreentrenado, por lo que dejar de hacer ejercicio es lo más indicado para no sufrir males mayores.
A continuación, estira la zona afectada y date un buen masaje, te permitirá liberar la tensión acumulada en ese músculo dolorido. También los efectos reparadores de una ducha caliente pueden venirte bien.
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