El sueño tiene una función doblemente reparadora, por un lado, en el plano físico y, por otro lado, en el plano psicológico. Normalmente una persona precisa dormir entre 7 y 8 horas cada día, aunque existen variaciones individuales, pudiendo existir personas que están bien durmiendo 5 ó 6 horas diarias y otras que precisan 9 ó 10 horas al día. Además, el sueño se resiente si existen interrupciones durante el mismo.
Por otro lado, una persona a lo largo de la vida no tiene las mismas necesidades de sueño, requiriendo los niños dormir un mayor número de horas que los adultos. En la vejez con frecuencia se acorta el periodo de sueño durante la noche y aparece somnolencia durante el día precisando los abuelitos dar pequeñas cabezadas o dormir pequeñas siestas.
Dormir cantidades suficientes es imprescindible para nuestra salud. El sueño permite que nos recuperemos físicamente del cansancio y del desgaste de la jornada. Si no dormimos un número suficiente de horas, a la mañana siguiente nos encontraremos cansados, irritables y malhumorados, porque nuestro cuerpo se sentirá obligado a desarrollar nuevos esfuerzos sin haberse recuperado lo suficiente durante el dormir.
Pero, además, durante el sueño se produce una recuperación psicológica. Las “ensoñaciones” o “sueños” han sido investigados por el psicoanálisis y a ellos se les atribuye una función importante como es la de permitir la expresión de contenidos importantes de nuestro inconsciente. Estos contenidos, durante el día no pueden expresarse por la censura que ejerce nuestro sistema “consciente”, que reprime muchos deseos que socialmente no son aceptables.
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