Un cierto nivel de ansiedad es necesario para la supervivencia, pues nos protege de los peligros de la vida, permitiéndonos mantener un cierto nivel de alerta necesario para sortear dificultades y riesgos cotidianos. Sin embargo cuando el temor es excesivo en intensidad o en duración, deja de ser un proceso adaptativo y se transforma en un proceso patológico que puede constituir una amenaza para nuestra salud mental y para nuestro bienestar.
La ansiedad excesiva, nos dificulta, por ejemplo, acudir a una cita para establecer una relación afectiva, nos impide tomar un avión para realizar un viaje o nos atenaza en un examen impidiéndonos rendir lo adecuado en el mismo.
Para acabar con la ansiedad, el primer paso consiste en determinar las causas de la misma, para lo cual es conveniente recurrir a la ayuda de un psicoterapeuta que ayude a la persona que sufre a descubrir qué acontecimientos del pasado y qué circunstancias del presente, junto con otros aspectos de carácter médico que pudieran estar también interviniendo (predisposición familiar, trastornos hormonales como el hipertiroidismo, etc.), están produciendo esta situación.
Una vez determinadas las causas es preciso buscar las soluciones para resolver el problema, que en unos casos vendrán de la mano de la psicoterapia y en otros de la mano de la medicina, pudiendo en muchos casos ser necesario un abordaje multidisciplinar.
Existen diversas técnicas de relajación que pueden ser muy útiles para controlar la ansiedad, como la “relajación progresiva de Jacobson” en la que se trabaja sobre el control de la actividad muscular a nivel consciente o el “entrenamiento autógeno de Schultz” procedimiento autosugestivo en el cual se plantea la concentración en determinadas sensaciones psíquicas subjetivas que permiten alcanzar niveles importantes de relajación.
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